Adios 2018... Bienvenido 2019

Hola queridos visitantes, bienvenidos un día más al mundo de Naya.

Lo primero de todo, puesto que ya estamos a día 2… ¡FELIZ AÑO NUEVO! Espero que todos empezarais este 2019 rodeados de felicidad y alegría, que no os atragantarais con las uvas y que todo fuera muy bonito. ¿Qué entrada os traigo hoy? Pues precisamente un balance de año, y diréis… ¿Eso no se hace antes de acabar? Pues sí, pero es que yo soy rara para todo, así que aquí voy a hacer un balance y reflexión sobre este 2018 que hemos dejado atrás.

2018 llegó con frío, con agobio, con tristeza. 2018 llegó con dolores de cabeza, con sentimientos de culpa y con frustración continuada. 2018 llegó cargando en mi espalda el dolor de continuar unas prácticas que habían empezado bien pero se estaban volviendo insoportables, en las que me sentía infravalorada y atacada constantemente, y de las que volvía a casa más de un día con la lágrima a punto de resbalar por mis ojos. También empezó sin tutor para un TFG que parecía imposible de realizar, con negativa tras negativa, con muchas noches de no entender como el sistema de estudios estaba tan mal planteado y organizado, de horas y horas de correos y esperas… para finalmente recibir otro “No, no tengo hueco, sigue buscando”.

Pero todo pasa por algo, o eso me digo cuando me quedo atascada en la vida. Las prácticas terminaron, di una patada a un trabajo que empezó siendo como un sueño y me acabó ahogando y decidí lanzar la última carta de mi baraja, esa que piensas “es una locura” pero cuando las demás no están en el mazo… ¿Qué más queda por hacer? Así que investigué a profesores que no conocía, que no me habían dado clase, y di con la que se convirtió en mi tutora del TFG. A poco tiempo de tener que entregar el proyecto alguien me dio luz verde, y os aseguro que no pude elegir mejor. Tomé un tema que me gustó, que disfrutaba, que me apasionaba, y mi tutora era una persona maravillosa que me ayudó en todo momento y que me guió y animó cuando la oscuridad amenazaba con hundirme. Presenté el trabajo a tiempo, lo expuse y aprobé, al tribunal no le gustó tanto como a mí pero conseguí superarlo.

Entonces llegó la otra decepción, no podía hacer el master. Al presentar el TFG ya se habían cerrado las plazas por lo que me quedaba fuera, un año sin hacer nada… Esto fue un batacazo pero conseguí reponerme y me dije de nuevo: “Todo pasa por algo”, así que me levanté y decidí que este tiempo lo invertiría en estudiar inglés, y eso hago, en mi casa, con más de 50 libros de preparación al First y sin un profesor, pero siempre he sido una gran autodidacta y me complace contaros que he mejorado mucho, ¿qué digo? Muchísimo.

Pero no todo fueron bajadas y subidas y es que la vida me ha dado un año que, a pesar de lo que aparenta con el inicio de la entrada, ha sido de luz y color. Este año he disfrutado de grandes momentos, de la música en directo continuamente, de firmas de escritores a los que admiro, de viajes, de cumplir sueños. Este año me he sentido libre y llena de vitalidad, he corrido por ciudades, por campos, por mares, he visitado España, muchos rincones que aún desconocía de mi país, pero también he viajado dos veces a Londres. Ha sido un año de recuerdos que almacenar en una caja de música que nunca deja de sonar.

Este año también se ha marchado gente de mi vida. Supongo que siempre pasa, gente que viene y gente que va. A los que se han ido espero que tengan buen viaje, que sus trenes no se detengan, que viajen a la velocidad de la luz hacia sus metas y que consigan sonreír mientras observan el paisaje por la ventanilla. A los que han venido gracias, por darme la oportunidad de vivirlos, de conocerlos, de sentirlos, por compartir momentos conmigo que se quedan para siempre en la memoria, por acompañarme de la mano en este camino, por reír y llorar conmigo, en definitiva por estar.  Obviamente gracias a los que ya estaban y siguen, gracias por no soltarme, seguimos en 2019.

¿Y a ti 2018? ¿Qué te digo ahora que te quedas atrás? Que gracias. Por los batacazos y las ostias, por hacerme llorar en noches de manta e insomnio, por despejar mis ojos con luz de amanecer  nuevo, por la música, por los libros, por los cuentos que he vivido que no podría ni comparar con los de Disney, por tanta vida, por tantos sueños, por risas a carcajadas, por perder el tiempo, por hacerme sentir que vuelo, por la libertad, porque sí, porque has sido un año plagado de momentos, de fuego en el alma y entre las costillas, de dolor y alegría, de montaña rusa desbocada que pierde el control en la caída, pero que no para, que sube y que baja. Gracias 2018, viejo amigo, ha sido un placer vivirte.

Y ahora, 2019, hermano pequeño del que nos deja, no te pediré que te portes bien, solo quiero pedirte una cosa: sigue brindándome momentos que vivir, emociones que sentir, y recuerdos que almacenar, yo me ocupo del resto.